(El Padre Woznicki emigró muy joven a los Estados Unidos, donde sirvió a la diáspora polaca del área de San Francisco como capellán y como editor de múltiples publicaciones; y también como Profesor de Filosofía de la Universidad de San Francisco. Es autor de numerosos libros, entre los que destaca 'Un Humanismo Cristiano: el Personalismo Existencial de Karol Wojtyla', al que pertenece el texto transcrito a continuación.)
A. Causalidad y «persona-acción»
Si el "auto-conocimiento" del "hombre-persona" – entendido como inteligencia creativa – se revela a través de la conciencia humana y si "persona-acción" se manifiesta a través de la reflexión del intelecto humano, entonces parece seguir que la subjetividad del hombre proporciona también la base para la causalidad de todos los actos humanos. Es la fuente de todas las experiencias humanas.
Wojtyla acepta la conclusión anterior, cuando dice: "Debido al hecho de que el 'hombre-persona' está dotado de libre albedrío, también es dueño de sí mismo, como se expresa en adagio latino que declara que una persona es «sui juris»." [1] Este autodominio del 'hombre-persona' se entiende por él como la capacidad del hombre para ser el agente causante final de todas las experiencias humanas:
''Esta causalidad, de la que hablaremos más adelante, se hace evidente a través de la experiencia, revelándose a nosotros en nuestra conciencia. Con el fin de comprender esta causalidad como un hecho totalmente experimental, uno debe acercarse a la experiencia y a la subjetividad del hombre, que es el fundamento adecuado de la experiencia. Al considerar la subjetividad desde un punto de vista exclusivamente metafísico y afirmando que el hombre, como un ser subjetivo, constituye el verdadero sujeto de la existencia y de la actividad, el llamado «suppositum», estamos en un grado considerable, abstrayendo de ello, lo que constituye para nosotros una fuente de revelación, una fuente de experiencia." [2]
Dado que "el hombre-persona" es definido como una entidad dinámica, el ser humano es concebido aquí como un sujeto ontológico, que está constituido por actos, a través de los cuales un hombre individual puede expresar su propio ser interior. De este modo, se convierte en una "persona-acto", que representa una interacción específica entre el aspecto de ser y el aspecto de conciencia, el aspecto del acto en sí mismo y el aspecto de experimentar. El hombre, por lo tanto, se manifiesta también como un agente eficaz, que se identifica con lo que está experimentando:
"Toda experiencia humana, por lo tanto, es también, en cierto modo, la misma comprensión de lo que se experimenta. Parecería que tal postura es contraria a fenomenismo, pero encaja bien en la fenomenología que insiste, sobre todo, en la unidad de los actos de la cognición humana. Tal posición, por otra parte, es de importancia clave para el estudio de la persona y la acción". [3]
B. La Fenomenología y sus limitaciones
Aunque Wojtyla se refiere con frecuencia en sus obras a la fenomenología, sería "increíblemente engañoso" llamar su antropología filosófica una fenomenología. En la conclusión de su primer libro, 'Evaluación de la posibilidad de construir una ética cristiana sobre el sistema de Max Scheler", él deliberadamente escribe:
"El pensador cristiano, y sobre todo el teólogo, al servirse de la experiencia fenomenológica en sus trabajos, no puede ser meramente un fenomenólogo. En efecto, una fenomenología consecuente nos mostrará el valor ético solamente como manifestado en la vida de la persona «con ocasión» de la acción, mientras que la tarea del teólogo-ético consiste en analizar el valor ético de la misma actividad humana a la luz de principios objetivos". [4]
También, en su resumen de la discusión en torno a su libro 'Osoba i Czyn', el filósofo de Lublin se refiere a la posibilidad de combinar la filosofía del ser con una filosofía de la conciencia. Su veredicto es el siguiente:
"El proyecto de combinar dos orientaciones filosóficas, digamos, una tomista y otra fenomenológica, es decir, una filosofía del ser y una filosofía de la conciencia es, de hecho, mucho más modesto y no posee esa dimensión 'maximalista' ... En todo caso, en 'Persona y Acción', cualquier intento de combinar estas dos filosofías está fuera de cuestión, especialmente con respecto a la fusión de la filosofía de ser con una filosofía de la conciencia, una que reduce toda la realidad al sujeto-consciencia y sus contenidos. En 'Persona y Acción', esto no es de ninguna manera posible". [5]
Aunque Wojtyla se niega a considerarse a sí mismo como fenomenólogo, sin embargo, utiliza términos como criterio fenomenológico, momento fenomenológico, visión fenomenológica (oglad), integridad fenomenológica, método fenomenológico y especialmente, la experiencia fenomenológica.
Surge entonces la pregunta: ¿Cómo puede Wojtyla, que no es él mismo un fenomenólogo, referirse con aprobación a ciertos logros y resultados de un persistente fenomenólogo, como Max Scheler? En términos generales, Wojtyla acepta la fenomenología (o el método fenomenológico) en la medida que puede "facilitar el análisis de los hechos éticos en un plano fenomenal y experiencial". [6] El filósofo de Lublin está convencido de que el método fenomenológico tiene cierta aplicabilidad cuando escribe:
"La experiencia fenomenológica capta una determinada experiencia de la persona humana en todo su más pleno contenido. De este modo, el hecho ético es una experiencia de valores. Es una experiencia dirigida intencionalmente hacia el valor como a su propio contenido objetivo". [7]
Cree, demás, que el "método fenomenológico nos permite descubrir aquella regla, propia de la experiencia, que proviene precisamente de su orientación hacia los valores morales ... El fenomenólogo llega, pues, a captar la regla específica de la experiencia ética, que en los diversos casos se manifiesta analógicamente ". [8]
Sin embargo, esta adecuación específica de una pura descripción de la experiencia humana, en general, y de la experiencia moral del hombre, en particular, es el límite final de la utilidad del método fenomenológico para cualquier pensador cristiano como Wojtyla.
Al darse cuenta de la necesidad de fundamentar una fenomenología en una metafísica, el autor escribe:
"Esta constante ética es el último paso que logramos avanzar en el ámbito de las investigaciones éticas valiéndonos del método fenomenológico, profundizando en las experiencias éticas como huellas del valor ético concreto que se manifiesta en ellas. Con este método, descubrimos el bien y el mal moral, vemos como estos se plasman en la persona… sin embargo, no podemos definir de ninguna manera el principio objetivo por el que un acto de la persona es éticamente bueno y otro éticamente malo. Para fijar tal principio tenemos que abandonar el método fenomenológico."
"Este momento del problema que nos obliga a pasar del método fenomenológico hacia el método metafísico en la investigación ética, cae todavía dentro del campo de la experiencia fenomenológica. Es decir, fenomenológicamente afirmamos el carácter normativo de los valores éticos en el análisis del acto de la conciencia, que de por sí, en cuanto experiencia, pertenece todavía al ámbito de la experiencia fenomenológica. La actividad normativa de la conciencia nos obliga a buscar las razones objetivas, es decir, las medidas del bien o del mal moral de nuestros actos. En este punto tenemos que acudir al método metafísico, que nos permite definir el orden cristiano revelado del bien y del mal moral a la luz de un principio objetivo; nos permite definirlo y motivarlo de un modo a la vez filosófico y teológico." [9]
La razón por la que Wojtyla basa un método fenomenológico en la metafísica se encuentra en la estructura misma del hombre como persona subsistente. En su artículo, "El Problema de la Voluntad en el Análisis del Acto Etico", afirma,
"Una persona no es propiamente un sujeto fenomenológico de valores éticos, sino más bien, uno ontológico. Sin duda alguna, este hecho pertenece a la experiencia — una experiencia del todo humana en la que se basa la ética." [10]
Teniendo en cuenta la limitada asistencia que la fenomenología puede prestar a la antropología filosófica y en especial a la ética cristiana, podemos describir el uso de Karol Wojtyla del método fenomenológico como:
Una descripción preliminar y ordenada de un hecho que debe ser explicada por un método filosófico propio de una filosofía del ser. Se debe reconocer que la filosofía del ser, que nos es dada a través de la experiencia externa, se complementa con una filosofía de la conciencia, entendida como una filosofía del ser desde dentro.
No puede ser de otra manera, ya que un eticista analiza el ser como una experiencia moral.
C. El hombre como persona que actúa
Al usar la fenomenología solamente usamos un método descriptivo de la experiencia humana, en el sentido señalado, teniendo en cuenta, por una parte, la interpretación dinámica del "hombre-persona" como un ser substancial y, por la otra, una subjetividad real constituida en acto humano, Wojtyla es capaz de equiparar ontológicamente una persona humana con sus actos ("persona-acto"). También es capaz, por idéntica razón, de evitar el subjetivismo en su antropología filosófica.
En Osoba i Czyn, afirma,
"Estamos preocupados aquí de distinguir claramente entre la «subjetividad» del hombre, con la que tratamos en relación con el análisis de la conciencia, y el «subjetivismo» en cuanto a actitud mental, que estamos decididos a evitar. La demostración de la subjetividad del hombre-persona es un elemento imprescindible para el realismo – y para la objetividad de nuestro presente estudio. De hecho el hombre ha aparecido, en nuestro análisis, en cuanto sujeto, y es él en cuanto sujeto quien se experimenta a sí mismo. Esa es la base que permite actualizar la relación dinámica, o más bien, la interrelación, entre persona y acción.
"El aspecto de la consciencia tiene una significación esencial para afirmar la subjetividad del hombre, pues es la consciencia la que permite al hombre experimentarse en cuanto sujeto. Se experimenta a sí mismo en cuanto tal, y, por lo tanto, es el sujeto en el sentido estrictamente experimental. Aquí la comprensión procede directamente de la experiencia sin pasos intermedios, sin tener que recurrir a argumentos. También experimenta sus acciones en cuanto actos de los que él es el agente." [11]
La identificación con su experiencia constituye, según el eticista de Lublin, un principio onto-fenomenológico específico de "incontables repeticiones" de las acciones del hombre, a través de las cuales un ser humano individual se manifiesta en la realidad.
En su búsqueda del sentido de "la auto-manifestación del hombre" a través de sus actos, Wojtyla distinguen dos aspectos cuando escribe:
"¿Cual es el significado de esta evidencia? En primer lugar, parece que es índice de la capacidad esencial de un sujeto para manifestarse o visualizarse, que es su rasgo cognoscitivo característico. Pero, al mismo tiempo, la «evidencia» significa que la interpretación del hecho el hombre actúa desde el punto de vista de la acción de la persona – o más bien desde el punto de vista de la totalidad de la persona que actúa –, encuentra plena confirmación en el contenido de la experiencia, es decir, en el contenido del dato «el hombre actúa» en sus innumerables repeticiones." [12]
Esta repetición de experimentarse uno mismo puede dar lugar a un exceso de familiarización y terminar en un estancamiento de la propia conciencia y autoconciencia. Con el fin de superar el peligro de "llegar a ser demasiado ordinario incluso a sí mismo", el hombre, en su constante experimentación de sí mismo, debe preguntarse acerca de su existencia y de la realidad circundante. El cardenal de Cracovia explica:
"Como es evidente, el asombro, en relación a otra persona, constituye el primer impulso cognitivo. Así, este 'asombro', que no es igual a 'admiración', aunque contiene algo similar a ella, está en la base del presente estudio. El 'asombro', como función del intelecto, se manifiesta en una serie de preguntas, y luego, en un sistema de respuestas y soluciones. Consecuentemente, no sólo se pone en marcha el desarrollo del pensamiento, sino también se presta atención a una de las necesidades principales del hombre. El hombre no puede perder el lugar que ha conquistado en este mundo: el mundo de la cultura y de la civilización - precisamente este 'mundo contemporáneo', sobre el cual, nosotros, los autores de la Constitución Gaudium et Spes, hemos deliberado con la máxima preocupación y cuidado." [13]
NOTAS
1. K. Wojtyla. Love and Responsibility, Ignatius Press, San Francisco, 1993, p. 24
2. K.Wojtyla. 'The Acting Person' D. Riedel Publishing Co. 1979, p. 57
3. Ibidem, p. 10
4. K. Wojtyla. Max Scheler y la Etica Cristiana. Biblioteca de Autores Cristianos. 1980, p, 218
5. Analecta Cracoviensia, p. 249
6. 'Max Scheler y la Etica… op. cit. p. 214
7. Ibidem, p. 215
8. Ibidem, p. 216
9. Ibidem, p. 217
10. K. Wojtyla. 'The Problem of the Will in the Analysis of the Ethical Act'. Peter Lang. 1993, p. 19
11. 'The Acting Person… op. cit. p. 56
12. Ibidem, p. 10
13. Ibidem, p. 20
* Transcripción parcial del capítulo III del libro
'A Christian Humanism: Karol Wojtyla's Existencial Personalism'.
Mariel Publications. USA. 1980. Traducido por Angel C. Correa