(Filósofos polacos, fundadores, junto a Mieczyslaw Krepiec y Karol Wojtyla, de la
Escuela de Filosofía Tomista de Lublin)
La verdad y la justicia exigen poner de relieve las consecuencias positivas de la encíclica Aæteni Patris de León XIII de 1879. Estaba dirigida a la obra de Santo Tomás, a como comenzar a leerla, estudiarla y meditarla. Y a como descubrir, por fin, su verdadero significado y alcance. En otras palabras, se daba cuenta de que era necesario distinguir entre el pensamiento de Santo Tomás y el tomismo o, más precisamente, los tomismos, porque hay varios. O si se prefiere otra fórmula, distinguir entre Santo Tomás y el tomismo de las diversas tendencias teológicas y filosóficas tomistas. Esquemáticamente, podemos distinguir tres tendencias.
1. El Tomismo Tradicionalista.- La primera parece predominar en las Universidades Pontificias romanas. Ella es fiel a la tradición. Por eso, su tomismo se puede llamar "tradicionalista". Responde a una necesidad de fidelidad a varias escuelas que se dicen tomistas, y a sus métodos tradicionales. Esta tendencia es parcialmente justificada, porque, sin lugar a dudas, el pasado conlleva valores auténticos que deben ser cuidadosamente reconocidos y continuados. Por lo demás, el método escolástico fue en su tiempo muy valioso.
Hay que hacerle justicia reconociendo su contribución al desarrollo y preservación de la precisión teológica y la filosófica. Estaría muy lejos de la verdad no verlo y apreciarlo. Pero el tomismo tradicionalista continúa justificando, por error y sin fundamento, su negación de que el presente sea igualmente generador de valores no menos auténticos que los antiguos y, también, al encerrarse en el método escolástico que no es el más adecuado al espíritu y las necesidades de nuestro tiempo. Fiel al pasado, a la tradición y a la escuela, este tomismo se desvía en puntos esenciales del auténtico Santo Tomás. Y propaga por respeto a la escuela y a la tradición, confiar, sin una comprensión suficiente, en los comentaristas de Santo Tomás, entre otros en Cayetano, cuyo lugar se ha convertido – erróneamente – en preponderante después de insertar sus comentarios en la edición leonina de Santo Tomás. Eso es deplorable. Al publicar simultáneamente al Maestro y su discípulo se le dio a este último más valor que el que parece haber tenido en realidad.
En la medida que los tomistas tradicionalistas identifican el pensamiento de Santo Tomás con los comentarios de Cayetano, corren el riesgo de faltar a la verdad histórica y a la verdad filosófica. En todo caso, su tomismo no parece ser plenamente el de Santo Tomás, ya que desarraiga, al menos en un punto crucial, la concepción más básica de toda la filosofía, la concepción del ser, que para Santo Tomás es existencial, mientras que, con Cayetano, permanece bajo la doble influencia de Avicena y de Duns Scotus, en cierta medida esencialista.
2. El Neo-Tomismo.- En contraste con el tomismo tradicionalista, está el tomismo comúnmente designado con el nombre de "neo-tomismo", que, sin vulnerar determinados valores del pasado, es, sin embargo, predominante en el presente. Nació del deseo, sin duda loable, de no hacer caso omiso y no despreciar a la filosofía moderna. Responde a la necesidad de lealtad al hombre moderno, a lo que es contemporáneo y nuevo. Se caracteriza por la tendencia a no cavar brechas infranqueables entre el presente y el pasado, entre Santo Tomás y el tomismo, por un lado, y, por el otro, la filosofía moderna que se desarrolla y progresa y, en particular, la filosofía contemporánea. El defecto de este tomismo es doble. Si bien trata de ver los valores del pensamiento filosófico moderno y contemporáneo, no siempre sabe discernir los de la filosofía antigua y, en el primer lugar, aquellos del pensamiento auténtico de Santo Tomás. En la síntesis nova et vetera (nuevo y viejo) a que aspira, el nova pesa más que el vetera (no cuantitativamente, por supuesto, sino – y esto es mucho más grave – cualitativamente). Además, si busca una síntesis, en realidad no logra una yuxtaposición de lo "viejo" y lo "nuevo", sino una distorsión radical de la filosofía de Santo Tomás. Esta tendencia a equiparar lo moderno con la sabiduría conduce a intentos de conciliación irreconciliables, condenados de antemano, por su naturaleza, al fracaso. Es por ello que, a fin de cuentas, a veces no representan más que el término de tomismo. De modo que la fidelidad a lo nova termina siendo una infidelidad fundamental a lo vetera o, más precisamente, a lo æterna.
3. El Tomismo Existencial. Entre estos dos tomismos, existe una tercera tendencia que se relaciona con el trabajo de los dos más prominentes laicos tomistas contemporáneos: Jacques Maritain y Étienne Gilson. Ella quiere ser completamente fiel a la realidad y, por lo tanto, también a la realidad histórica, pasada y presente. Responde a una necesidad de fidelidad no a un Santo Tomás abstracto que nunca existió, que no es más que una ficción de sus llamados discípulos o seguidores, sino al santo Tomás concreto, el maestro parisino de la teología que enseñó en un tiempo y un lugar determinados. Busca, por tanto, permanecer fiel a los textos de Santo Tomás y de los tomistas y no a una escuela como una abstracción, una especie de communis opinio thomistarum, ecléctica, incruenta, incluso incoherente; a los textos de todos los otros filósofos que estudia con no menos atención; en una palabra, al testimonio completo de la historia, tanto de los tiempos antiguos, medievales y modernos, como de la era contemporánea. No se trata de ser tomista o de ser moderno, sino para ser filósofo y permanecer en la verdad.
Nos unimos a Santo Tomás y nos inspiramos en él en la medida en que está en la verdad. Y si en algún sentido elevamos al Aquinante por encima de los demás filósofos, es porque su intuición del rol óntico de la existencia – intuición capital en la filosofía y su desarrollo – es un fenómeno único en el historia de la filosofía, que da a su autor un lugar aparte. El Tomismo de esta tercera tendencia ha surgido gradualmente y de una manera espontánea, por una parte, del estudio exhaustivo de Santo Tomás y, por otra, de ese vasto movimiento de investigaciones contemporáneas de la historia de la filosofía medieval, movimiento provocado por el trabajo continuo de los historiadores de la filosofía cristiana desde finales del siglo XIX. Son ellos los que en nuestro tiempo han tenido la capacidad de entender todo el novum del pensamiento de Santo Tomás en su tiempo y la importancia de su trabajo para el desarrollo de la reflexión filosófica que, por supuesto, no se detiene en nuestro tiempo. Es debido a este novum – que es precisamente la visión existencial del tomismo –, que esta tercera tendencia es designada a veces por el nombre de tomismo existencial.
A menudo, este tercer tomismo ha provocado malentendidos. Recordemos algunos.
a) Se cree que el tomismo existencial fue creado gracias a los impulsos provenientes del lado del existencialismo. Se imagina que ni los tomistas ni los historiadores de la filosofía nunca habrían puesto de manifiesto la existencia en la síntesis tomista si los existencialistas no hubieran planteado el problema general de la existencia. Se cree que la interpretación existencial de Santo Tomás no es el resultado de una atenta lectura de sus textos. Pero esto es precisamente lo opuesto a la verdad. El malentendido total de estos críticos del tomismo existencial proviene de la ambigüedad creada por el término "existencia", hoy cargado de significados muy diversos. Mientras que, por ejemplo, para Sartre "existir" significa "estar en circunstancias concretas que requieren acción y actuar libremente" o, para Heidegger, "estar cerca de los seres capaces de abrirse y abrirse a ellos para saber" (se refiere en ambos casos la condición humana), el esse de Santo Tomás es el «acto de ser» que hace que cada ser sea un «ser existente». Basta con contemplar el sentido de esta divergencia para darse cuenta de que ninguno de los filósofos comúnmente llamados existencialistas podría traer a los tomistas contemporáneos una interpretación auténtica de la "existencia" en Santo Tomás.
b) También se imagina que este tipo de tomismo constituye una falta de fidelidad a Santo Tomás, ya que importaría una pérdida de importancia ontológica de la esencia. El orden "esencial" se rebajaría a favor de la orden "existencial". Se cree que poner de relieve la función de la existencia es un acto de negligencia respecto de la importancia del segundo elemento de ser, la esencia. Esta hipótesis refleja nuevamente una interpretación errónea del pensamiento de los llamados tomistas "existenciales". Ellos no tienen más deseo que estar de acuerdo con la realidad. No buscan disminuir el papel de la esencia ontológica, sino mostrar paralelamente la existencia. Y la verdad es que la existencia prevalece ónticamente sobre la esencia. Este es un hecho que debe ser reconocido. Además, si la existencia prevalece ónticamente sobre la esencia, no la disminuye, sino que la acrecienta porque la actualiza.
c) La tercera crítica a los tomistas existenciales es un cargo de orgullo. ¿No serían los tomistas existenciales, por su propia admisión, los primeros en comprender a Santo Tomás?
No hay otra respuesta a todas estas acusaciones que el estudio minucioso y exhaustivo de los textos y de la realidad histórica, tanto antiguos, es decir, medievales y modernos, como contemporáneos. Puesto que no se trata sólo de estudiar desde un punto de vista histórico a Santo Tomás y el desarrollo de la filosofía desde la Edad Media hasta los tiempos modernos, sino también el tomismo contemporáneo y su evolución actual. Parece que para ser fiel al pensamiento de Santo Tomás y al mundo moderno es preciso darse cuenta de que lo importante no es la persona de Santo Tomás ni la fidelidad a la letra de sus escritos, sino el tipo de filosofía que representa. Se trata de un cambio revolucionario en la visión filosófica de la realidad, que se ha venido a conocer después de Santo Tomás, sobre todo, en el caso del enorme universo existente, limitado por una deslumbrante diversidad de especies y sostenido, en su ser verdadero, por una razón última de todo lo existente, que es la única Existencia Subsistente, Dios revelándose a nuestra inteligencia, en su naturaleza, aunque lleno de misterio y sólo de incautación enigmática y analógica.
¿Se debe ser tomista? A más de un filósofo cristiano le ha surgido la pregunta de si todavía se debe ser tomista. La respuesta es doble. En un sentido, no hay más razón para seguir a Santo Tomás que a cualquier otro filósofo que vio una verdad ignorada por los demás, como lo ha señalado tan acertadamente Jacques Maritain. En filosofía no se debe ser agustiniano ni tomista ni kantiano ni hegeliano… sino filósofo. Pero si la filosofía es la contemplación del ser, si el ser es lo que existe y si la visión del propio Santo Tomás es precisamente existencial, pues bien, para ser filósofo es preciso ser tomista. Esto no quiere decir que nos atengamos a la letra de los escritos de Tomás de Aquino, limitándonos a repetirlos, citándolos a cada paso, sin procurar ver lo que él ha visto.
No, no consiste en esto el arte de ser tomista, como lo explica extensamente Étienne Gilson en su libro 'El filósofo y la teología', donde insiste con razón en la lectura constante y en la meditación de las obras de Santo Tomás. De eso no podemos prescindir. Pues lo que más importa es penetrar el espíritu filosófico que animó a Santo Tomás. Ser filósofo ad mentem sancti Thomae es concebir la filosofía como él la concibió – es decir, como la contemplación del ser –, es situar la filosofía del ser en la base de todas las demás partes de la filosofía, es adoptar, en la filosofía del ser, sus posiciones iniciales, es respaldar la intuición realista del aspecto existencial del ser y, una vez impregnado de este espíritu, conducir la reflexión filosófica personal, independientemente del aspecto real considerado, en la medida de lo posible, tratando de captar el ser en sí mismo y de expresar esa visión personal en el idioma propio. Me parece que no hay otra manera de ser tomista, sin abandonar la filosofía tomista al dogmatismo filosófico o a una historia de la filosofía.
Mas, tenemos que ser conscientes del peligro que amenaza a la reflexión filosófica, en particular en un momento como éste, en el que el Concilio se pronuncia sobre el destino de la Iglesia, sobre su aggiornamento, sobre su renovación y, junto al destino de la Iglesia, sobre el destino del mundo de que ella es responsable. En el enorme, gigantesco, edificio de la filosofía perenne, hay unos elementos más esenciales y otros menos esenciales. La tragedia actual consistiría en no desarrollar las disciplinas filosóficas, y en no abordar directamente las cuestiones principales que son filosóficamente las más importantes. Es por esto que la Iglesia debería recordar no sólo a los cristianos, sino a todo el mundo, que la salvación de la cultura humana en su conjunto, está en no perder nunca de vista la importancia de la sabiduría metafísica, de la filosofía de ser, y, por lo tanto, de la obra de Santo Tomás, ese último gran metafísico de la humanidad que nos ha dejado un ejemplo admirable de la contemplación de ser.
Transcrito parcialmente de la Tercera Parte, ¿Por qué Santo Tomás?,
del libro 'La Philosophie à l'heure du Concile' (La Filosofía a la hora del Concilio')
de Jerzy Kalinowski y Stefan Swiezawski. 1965. Traducido por Angel C. Correa