(Teólogo católico estadounidense. Destacado biógrafo de San Juan Pablo II)
La Universidad Católica de Lublin [KUL] fue fundada en 1918. Curiosamente, uno de sus parteros fue Lenin, quien permitió al Padre Idzi Radziszewski llevar de vuelta a Polonia la biblioteca de la Academia Polaca de Teología de Petrogrado, cuando el sacerdote estaba tratando de conseguir el lanzamiento de KUL. Auspiciada por la Segunda República de Polonia de entre-guerras, la universidad fue cerrada por la ocupación alemana, con numerosos profesores encarcelados, torturados o asesinados. Sus estatutos permitieron a KUL sobrevivir a la imposición del estalinismo en Polonia después de la guerra, convirtiéndose en la única universidad católica detrás de la cortina de hierro, distinción que mantuvo a lo largo de la Guerra Fría. Como dijera uno de sus mayores estudiosos, durante la Guerra Fría, la Universidad Católica de Lublin fue "el único lugar, entre Berlín y Corea del Sur, donde la filosofía era libre".
Sus facultades y estudiantes desarrollaron su vida académica en una situación de constante confrontación con el régimen comunista. Entre 1953 y 1956, las facultades de derecho, ciencias sociales y educación fueron cerradas. Incluso después del deshielo político de 1956, la población estudiantil fue mantenida artificialmente baja; los graduados de KUL tuvieron dificultades para obtener puestos académicos en otras partes, y las facultades tuvieron problemas para publicar su trabajo. Estas presiones ayudaron a convertir KUL en una universidad con vocación. En un momento en que muchas figuras influyentes en la vida intelectual europea coqueteaban con el marxismo (y, a veces, más que coqueteaban), KUL defendió la dignidad de la persona humana contra un agresivo oponente ideológico, al tiempo que demostraba que la fe católica y la razón humana eran aliados en la misión de reconstruir el humanismo occidental.
La Facultad de Filosofía de KUL se estableció en 1946 en respuesta a la gran hambre de filosofía evidente en la vida intelectual polaca. La guerra y el intento nazi de decapitar la cultura polaca habían creado una situación intelectual distintiva en Polonia. A comienzos del período de posguerra, las conferencias de filosofía en la reabierta Universidad Jagellónica de Cracovia fueron presentadas a audiencias que desbordaban todos los espacios. En Lublin, las conferencias sobre metafísica se dictaban en espacios sin asientos, con los estudiantes sentados en el suelo, en los pasillos y en los marcos de las ventanas de la sala de conferencias. Allí escucharon a los diferentes miembros de la facultad explorar las cuestiones filosóficas planteadas por las duras experiencias del pasado inmediato y del presente – la vida bajo la ocupación nazi y en la Polonia estalinista.
Todos los que habían vivido las brutalidades de la ocupación nazi y la imposición del comunismo soviético había confrontado la antigua pregunta filosófica, "¿Qué es un ser humano?", en formas inevitablemente urgentes. ¿Por qué algunas personas actuaban como bestias mientras que otras mostraban un heroísmo notable? ¿Por qué algunas personas eran grotescamente egoísta, hasta el punto de traicionar a sus amigos, mientras que otros, noblemente abnegados, arriesgaban sus vidas por otros que apenas conocían? Los filósofos de KUL concordaron en que la única manera de penetrar esos problemas era a través de una profundización de la antropología filosófica. ¿Cómo estaba constituida esa curiosa mezcla de materia y espíritu que es la persona humana? ¿Cómo podemos explicar la diferencia de naturaleza entre los seres humanos y otras criaturas sensibles? ¿Cuál es, en todo caso, la meta de la vida? Tales perennes residentes en los jardines de la investigación filosófica adquirieron aristas especialmente agudas en KUL de finales de los 40s y principios de los 50s.
Convencidos de que la crisis en la comprensión de la persona humana por parte de la modernidad estaba en la raíz de las angustias del siglo, los filósofos de KUL de ese período comenzaron a esbozar una iniciativa filosófica ambiciosa, en la que la metafísica y la antropología se reunirían en la ética. Como sub-disciplina de la filosofía, la ética, puede haber sido una sierva o criada de otras especialidades grandiosas, pero los filósofos de KUL creyeron que el problema de la ética se planteaba de una manera particularmente urgente debido a la situación política. El comunismo no era sólo una cuestión de su mala metafísica (con su afirmación reduccionista de las cosas-como-son) y su mala antropología (con su caricatura del humanismo); la política totalitaria del comunismo despojó a hombres y mujeres de su poder de elección, de su responsabilidad y, por lo tanto, de su humanidad.
Para contrarrestar tanto el materialismo comunista, como la política comunista, el pensamiento de los filósofos KUL era un humanismo completo que daba una explicación más convincente de las intuiciones morales y de las acciones morales del ser humano. Al proponer esto sin caer en las arenas movedizas de pensar-sobre-pensar-sobre-pensar, los filósofos de KUL se impusieron no pequeña tarea. En efecto, lo suyo implicaba nada menos que desafiar el sentido y dirección de la filosofía desde la Ilustración. Por otra parte, se trataba de un proyecto con un sello distintivo, pues los filósofos de KUL se propusieron afrontar la gran batalla político-filosófica en el terreno propio del marxismo — en la cuestión de la verdadera liberación de la persona humana.
El proyecto KUL se definió por un cuarteto de hombres relativamente jóvenes que, gracias a un buen golpe de ironía, se había convertido en profesores de KUL porque los gobernantes estalinistas de Polonia habían expulsado a los docentes de mayor edad. Ellos fueron Jerzy Kalinowski (especialista en lógica y filosofía de la ley); Stefan Swiezawski (historiador de la filosofía y seguidor de Jacques Maritain y Étienne Gilson); el Padre Mieczyslaw Albert Krapiec, OP (especialista en la metafísica Dominica); y el padre Karol Wojtyla. Este cuarteto se vio posteriormente ampliado por los Padres Marian Kurdzialek (especialista en filosofía antigua) y Stanislaw Kaminski (especialista en epistemología). Los filósofos Lublin tenían personalidades diferentes, con intereses y especialidades académicas divergentes. Ellos, sin embargo, lograron lo que el profesor Swiezawski más tarde llamó una "colaboración rara y excepcionalmente fructífera", construida en torno a cuatro acuerdos que resultaron cruciales para el proyecto filosófico de Karol Wojtyla.
a) Comenzaron con una convicción antigua — serían radicalmente realistas acerca del mundo y acerca de la capacidad humana de conocer. Los filósofos de KUL creían que si nuestro pensamiento y nuestras elecciones carecen de una atadura a la realidad, la fuerza bruta se apodera del mundo y la verdad se convierte en una función del poder, no una expresión de las cosas-como-son. Una broma de la era comunista en Polonia expresó este imperativo realista de manera que todo el mundo pudiera entender: "El jefe del partido pregunta: «¿Cuánto es 2 + 2?». El trabajador polaco responde: «¿Cuánto le gustaría que fuese?». (El significado "político" de la suposición realista de los filósofos de KUL se expresó más tarde en el famoso cartel electoral de Solidaridad que decía: «Para que Polonia sea Polonia, 2 + 2 debe ser siempre = 4»). Los seres humanos sólo puede ser libre en la verdad, y la medida de la verdad es la realidad.
b) Los filósofos de KUL también acordaron un punto de partida para la moderna investigación filosófica: debería comenzar con una reflexión disciplinada sobre la persona humana y sobre la experiencia humana, más que con la cosmología. En esto había mucho en juego. Si la filosofía podría alcanzar la verdad de las cosas-como-son a través de un análisis de la experiencia humana, entonces el camino para una reconciliación entre la filosofía católica y el método científico se podría abrir, mientras que, al mismo tiempo, la modernidad podría liberarse de las arenas movedizas de pensar-sobre-pensar-sobre-pensar. La adopción de este punto de partida también fue importante en la confrontación con el marxismo. Allí, las cuestiones más serias no implicaban que se entendía mejor la física, sino ciertas cuestiones muy básicas: ¿Qué es la vocación humana? ¿Cómo construimos la historia? ¿Es la historia mejor entendida en términos materiales y políticos, o tiene una dimensión trascendente?
c) Los filósofos de KUL también compartieron un profundo compromiso con la razón. Otros pueden haber tenido la libertad cultural, económica y política para especular sobre el supuesto absurdo de la vida. Los filósofos KUL, veteranos de la resistencia cultural contra el nazismo, no tenían ese lujo. Habían vivido a través de una brutal ocupación nazi y por lo tanto sabían lo que el irracionalismo puede hacer si anda suelto en la historia con suficiente fuerza material. Pero el compromiso de los filósofos KUL con el método de la razón se complementó con la determinación de iluminar el bien, y la capacidad humana de conocer y elegir el bien, de modo que los hombres y las mujeres pudieran, de hecho, elegir el bien.
d) Por último, los filósofos KUL acordaron practicar un ecumenismo del tiempo. Si se negaban a ser encarcelados dentro de su propia conciencia, también se negaron a ser esclavos de lo contemporáneo. Ellos creían que la historia de la filosofía tenía cosas que enseñar el presente, que el pasado no se había convertido en completamente desechable por la modernidad.
Estos eran hombres con la convicción vocacional de que las ideas no eran juguetes intelectuales, hecho ampliamente confirmado por una dura experiencia. Las ideas tenían consecuencias, para bien y para mal. Las comprensiones erróneas sobre la persona humana, sobre la comunidad humana y sobre el destino humano fueron responsables de montañas de cadáveres y de océanos de sangre en la primera mitad del siglo XX. Si la filosofía pudiese ayudar al mundo a conseguir una adquisición firme de la verdad de la condición humana, de una manera que fuese a la vez distintivamente moderna y basada en la gran tradición filosófica de Occidente, el futuro podría ser diferente.
Los filósofos KUL eran una comunidad de amistad personal e intelectual de gran rareza en la vida académica, un auténtico equipo. Una vez que se le concedió el puesto de profesor en KUL en 1954, Karol Wojtyla conmutaba de Cracovia a Lublin cada dos semanas. Y virtualmente cada uno de esos viajes en los siete años siguientes, Wojtyla y sus colegas se reunían en grupo para hablar del proyecto común en el que estaban comprometidos; era una reunión de iguales que, como Juan Pablo II recordó después, creaba la "gran ventaja" para cada uno, de aprender de las distintas perspectivas y del trabajo actual de los otros.
Al mismo tiempo hubo argumentos reales y diferencias intelectuales entre los filósofos de KUL, algunos de los cuales (como el Padre Krapiec) tenían personalidades combativas. El continuo interés de Karol Wojtyla en la fenomenología y sus investigaciones en desarrollo de la filosofía moderna y contemporánea alarmó a algunos de sus colegas más tradicionales, al igual que su estilo filosófico y profesoral. Tenía una manera general de hacer filosofía "sin notas al pie de página": – uno de sus primeros alumnos señaló más adelante que hacía filosofía "como un campesino" – pues estaba mucho más preocupado con la cartografía del terreno de las cosas-como-son que con la provisión de un extenso aparato académico de citas y referencias cruzadas para cada propuesta o afirmación. El Padre Wojtyla también era singularmente libre de esa "gravedad profesoral" generalmente asociada con los académicos de alto nivel en las universidades europeas.
Decir que la facultad de filosofía de KUL tenía desacuerdos y, en algunos aspectos, rivalidades es simplemente decir que se trataba de una facultad de hombres, no de ángeles. Lo más importante de los filósofos de KUL fue la audacia de su intención. Ellos concibieron su proyecto, en parte como respuesta a las circunstancias peculiares de su tiempo y lugar, y en parte como respuesta a las condiciones culturales generales de mediados del siglo XX. La gama de su alcance y su capacidad para arrojar luz sobre la condición humana en situaciones muy diferentes sólo entraría en el foco de la atención cuando el Profesor Dr. Karol Wojtyla, por entonces trabajando con un nombre diferente, llevó la parte más aventurera del proyecto Lublin a un audiencia cuyo número superó vastamente el número de lectores de las revistas filosóficas polacas.
* Transcrito parcialmente de la conferencia dictada en la Universidad Duquesne de Pensilvania, EE.UU.,
el 1° de diciembre del 2006, bajo el título 'Wojtyla's walk among the philosophers'
('El andar de Wojtyla entre los filósofos'). Traducido por Angel C. Correa