'EL ENCUENTRO CON MAX SCHELER' *

George Weigel

(Teólogo católico estadounidense.
Destacado biógrafo de San Juan Pablo II)

 

   El sucesor del cardenal Sapieha, arzobispo Eugeniusz Baziak, le ordenó a Karol Wojtyla abandonar la capellanía estudiantil en San Florian a fin de que escribiese su tesis de habilitación, que lo calificaría para enseñar al nivel universitario. Wojtyla decidió escribirla sobre el fenomenólogo alemán Max Scheler, un asociado de Edmund Husserl en la escuela fenomenológica original, que incluía a Roman Ingarden, Edith Stein y Dietrich von Hildebrand.

   ¿Qué atrajo a Wojtyla a un pensador difícil y de carácter voluble como Scheler, cuyo trabajo tenía que traducir del alemán al polaco? Tal vez fue por la intención de la fenomenología de ver el mundo entero y, por lo tanto, de llegar a un análisis realista de las cosas-como-son. En concreto, Wojtyla quería ver si Scheler podía ayudar a los filósofos católicos a proporcionar un fundamento filosófico seguro a la ética cristiana. La atracción a un método filosófico moderno como la fenomenología no era, debo añadir, realizar un asalto frontal contra el neo-escolasticismo que le habían enseñado; Wojtyla no tenía ningún interés en declarar una guerra de desgaste contra el método arraigado, semi-oficial católico, de la filosofía de la época. Si ciertas formas de la neo-escolástica eran una barrera para un encuentro con la filosofía moderna, Wojtyla simplemente las eludió, seguro de haber absorbido lo que le parecía duradero en el enfoque neo-escolástico: su convicción era que la filosofía podía llegar a la verdad de las cosas-como-son. Sobre la base de esa convicción, él estaba preparado para encontrarse con otros sistemas filosóficos en sus propios términos; más tarde recordaría que su lucha libre con el segundo imperativo categórico de Immanuel Kant había sido "particularmente importante" para su pensamiento posterior. (Que esto era, en efecto, una lucha libre se ilustra perfectamente cuando una noche, después de la cena, Juan Pablo II alzó los ojos y exclamó, "Kant! Mein Gott! Kant!" ["Kant! Dios mío! Kant!]).

   Su experiencia como pastor, confesor, maestro y escritor había dado a Wojtyla lo que podríamos llamar una intuición "natural de fenomenólogo", lo que sin duda le ayudó en su análisis de Scheler. Valoró el personalismo de Scheler, que le pareció rescatar a la ética kantiana de la abstracción y restaurar el pathos, la tragedia, y, de hecho, el ethos de la condición humana. Wojtyla también apreció la defensa de Scheler de la intuición moral y su análisis de los sentimientos morales como la empatía y la simpatía, que ayudaron a la filosofía a escapar de la cárcel del solipsismo epistemológico. Por encima de todo, Wojtyla apreciaba el esfuerzo de Scheler de analizar las realidades de la elección moral, lo que le pareció una aproximación más satisfactoria a los fundamentos de la ética que aquella de un sistema formal, abstracto como el de Kant. Pero ¿podía hacer Scheler por la filosofía cristiana y la teología cristiana contemporáneas lo que Aristóteles había hecho por Tomás de Aquino?

   La respuesta básica de Wojtyla fue "No". Para él, los actos morales son reales: son actos de personas reales, que tienen consecuencias reales. Scheler, en su opinión, no había comprendido cómo, de hecho, las decisiones morales configuran la vida. Así, Wojtyla juzgó que, en la ética de Scheler, la moralidad permanecía "fuera" del mundo de los humanos. Wojtyla también fue crítico de la tendencia de Scheler a sobre enfatizar los aspectos emocionales de la experiencia y del conocimiento, pues pensaba que conducían a una visión truncada de la persona humana. En esto, como en su crítica del análisis de Scheler sobre las decisiones morales, Wojtyla – el filósofo influenciado por su experiencia pastoral – sabía que los hombres y mujeres jóvenes que había ayudado a guiar a través de sus propias dificultades morales no eran simplemente compuestos de sus diversos estados emocionales.

   Sin embargo, Wojtyla no se separó de la disertación de Scheler convencido de que la fenomenología era un importante instrumento filosófico para sondear la condición humana. Mas, la investigación fenomenológica tenía que ser enraizada en una teoría general resueltamente realista de las cosas-como-son. Ese fue el camino que pretendió explorar en su propio trabajo filosófico a futuro, cuyo resultado sería lo que Wojtyla más tarde llamaría un modo de hacer filosofía que "sintetiza los dos enfoques": el realismo metafísico de Aristotle y Tomás de Aquino y la sensibilidad humana de la fenomenología scheleriana. Y, para Wojtyla, este modus operandi filosófico era una convicción intelectual con consecuencias. Si los hombres y las mujeres no podían discernir el bien y el mal, si las elecciones morales eran sólo cuestiones de preferencia personal, entonces todas las opciones eran, en última instancia, indiferentes. Eso, a su juicio, sería vaciar la libertad humana de su drama, privando a los hombres y mujeres de su cualidad más específicamente humana: la capacidad de conocer el bien y de elegirlo libremente.

   Si la habilitación de Wojtyla fue su primer esfuerzo sostenido de casar la objetividad realista, que había aprendido del tomismo, con la subjetividad de la filosofía moderna… no sería su último esfuerzo de ese tipo. Así, la tesis Scheler pre-visualizó al filósofo y teólogo que más tarde escribiría sobre el amor y la responsabilidad, la libertad y la abnegación, la democracia y una cultura moral pública vibrante, la economía libre y la solidaridad. El instinto de síntesis de Wojtyla pareció, sin duda, un signo de contradicción a finales de los mundos intelectuales y filosóficos modernos y post-modernos, así como a la alta cultura general del Atlántico Norte. Sin embargo, uno podía ver en ese instinto, tanto una sensibilidad cristiana, como una reverencia por la sabiduría del pasado. Jesús dice a sus discípulos, después de la multiplicación de los panes y los peces, "Recoged los pedazos sobrantes para que nada se pierda" [Juan 6,12]. La experiencia pastoral de Karol Wojtyla le había enseñado que los fragmentos de una vida podían reunirse en un todo; su instinto filosófico era volver a conectar entendimientos humanos fragmentados. Eso, a su juicio, era la mejor manera de dar cuenta de las complejidades del drama humano, sin dejar de permanecer en conversación con las grandes mentes que habían sentado las bases intelectuales de la civilización occidental. Se dedicó más intensamente en esa conversación durante sus años de docencia en la Universidad Católica de Lublin [KUL], una escuela casi desconocida fuera de Polonia, donde se estaban explorando grandes ideas.

* Transcrito parcialmente de la conferencia dictada en la Universidad Duquesne de Pensilvania, EE.UU.,
el 1° de diciembre del 2006, bajo el título 'Wojtyla's walk among the philosophers'
('El andar de Wojtyla entre los filósofos'). Traducido por Angel C. Correa