'EL SEMINARISTA CLANDESTINO' *

George Weigel

(Teólogo católico estadounidense.
Destacado biógrafo de San Juan Pablo II)


   En una extensa entrevista con el periodista francés André Frossard, Juan Pablo II confesó, tal vez algo tímidamente, que su primer encuentro con la filosofía había sido muy desagradable. En 1942, Karol Wojtyla había sido aceptado en el seminario clandestino a cargo del Arzobispo Adam Stefan Sapieha, en Cracovia. La ocupación nazi había cerrado el seminario arquidiocesano como parte del extenso asalto a la vida intelectual y cultural de Polonia; Sapieha lo reconstruyó de inmediato en forma clandestina. Los seminaristas, como Wojtyla, continuaban con sus trabajos ordinarios mientras iban a la residencia del arzobispo a servir Misa, a obtener dirección espiritual y a recibir sus tareas académicas: se les asignaban libros, sobre los que debían rendir exámenes en visitas futuras a la residencia de Sapieha. A principios de este proceso, a Wojtyla se le dijo que leyese y aprendiese el texto de Kazimierz Wais, 'Metafísica', un volumen de 1926 escrito en las áridas fórmulas del estilo neo-escolástico de principios del siglo XX. Wojtyla estaba desconcertado. Él era un hombre de letras que había leído amplia y profundamente la poesía, la ficción, el drama y la historia, pero nunca había encontrado nada como Wais. Su descripción de esa experiencia a André Frossard vale una cita:

    "Mi formación literaria, centrada alrededor de las humanidades, no me había preparado en absoluto para las tesis y las fórmulas escolásticas que abundaban en el manual [de Wais]. Tuve que cortar caminos a través de una espesa selva de conceptos, análisis y axiomas sin siquiera ser capaz de identificar el terreno sobre el que me movía. Después de dos meses de abrirme paso a través de esa vegetación llegué a un claro: al descubrimiento de las razones profundas por las que, hasta entonces, sólo había vivido y sentido. Cuando pasé el examen, le dije a mi examinador que la nueva visión del mundo que había adquirido en mi lucha con ese manual de metafísica era más valiosa que el grado que había obtenido. Y no estaba exagerando. Aquello que la intuición y la sensibilidad me habían enseñado hasta entonces sobre el mundo encontró una sólida confirmación".

   Ese fue un momento importante en la vida de Wojtyla entre los filósofos. Pues, junto a todo el sufrimiento que le infligió, Wais le dio una vacuna intelectual que le duró toda la vida: una vacuna contra el escepticismo radical acerca de la capacidad humana de conocer la verdad de todo lo existente. En su ropa salpicada por la cal acuosa de la fábrica química Solvay, donde trabajaba, Wojtyla descubrió lo que más tarde llamaría un "nuevo mundo de existencia" en las proposiciones polvorientas de la Metafísica de Wais: un universo intelectual construido en torno a la convicción central aristotélica-tomista de que el mundo es, en efecto, inteligible. Esa convicción quedó con él hasta el final, y modeló profundamente su forma de hacer filosofía.

   Las angustias de la guerra y una vida llena de sufrimiento ya habían dado el joven Wojtyla una aguda y ciertamente dura experiencia de la realidad. Esas noches sudando tinta a través de la Metafísica de Wais dieron al naciente filósofo los primeros bloques de construcción de lo que sería una posición filosófica sólida, a prueba del escepticismo epistemológico y de sus primos, el relativismo moral y el aburrimiento metafísico.

Transcrito parcialmente de la conferencia dictada en la Universidad Duquesne de Pensilvania, EE.UU.,
el 1° de diciembre del 2006, bajo el título 'Wojtyla's walk among the philosophers'
('El andar de Wojtyla entre los filósofos'). Traducido por Angel C. Correa