'LA ESTRUCTURA METAFISICA DEL HOMBRE COMO PERSONA' *

Andrew N. Woznicki, T.CH.
(1931-2014)

(El Padre Woznicki emigró muy joven a los Estados Unidos, donde sirvió a la diáspora polaca del área de San Francisco como capellán y como editor de múltiples publicaciones; y también como Profesor de Filosofía de la Universidad de San Francisco. Es autor de numerosos libros, entre los que destaca 'Un Humanismo Cristiano: el Personalismo Existencial de Karol Wojtyla', al que pertenece el texto transcrito a continuación).

A. El hombre como ser encarnado y el rol del amor

   Un análisis filosófico del hombre se ocupa de una búsqueda del sentido último de la realidad, procurando descifrar la "esencia" misma de la existencia humana. En el proceso especulativo de descifrar la "esencia" misma de la existencia humana, la evaluación filosófica del ser humano consiste en desplegar la significación de la vida del hombre.

   Este interés de la filosofía en el hombre constituye – como dice Gabriel Marcel – una dialéctica específica de la "tensión creativa entre el «yo» y esas profundidades de nuestro ser, en las que y por las cuales somos". [1] La filosofía así considerada concibe al hombre como un ser encarnado, a través de lo cual yo soy yo identificable con mi cuerpo, y puedo estar presente en el mundo en un espacio y un tiempo particular.

   «Yo», como un ser encarnado en el mundo, soy el dato más inmediato de mi existencia. Esto es evidente en el nivel más instintivo de la naturaleza humana. En su libro, 'Amor y Responsabilidad', Karol Wojtyla hace la siguiente observación:

   "La noción de determinación está relacionada con la noción de necesidad. Determinación es aquello que no puede ser otra cosa — aquello que tiene que ser como es. Se puede hablar de la necesidad y de ciertas determinaciones en relación con el instinto sexual humano". [2]

   Como un ser encarnado que tiene un poder instintivo del mundo material, el hombre no sólo puede estar presente en el mundo, sino también encontrarse a sí mismo como uno entre otros seres. Puede darse cuenta de su propia existencia sólo por relacionarse y comunicarse con otros seres. Concentrándose en la relación entre el hombre y la mujer, Karol Wojtyla escribe:

   "Este instinto, como hemos dicho, proporciona, por así decirlo, la 'materia' del amor entre personas, mujer y hombre – pero esto (si hemos de seguir la causa final de ese instinto) sucede incidentalmente, 'per accidens', ya que el amor – hablando con propiedad – es 'per se' un acto de la voluntad". [3]

   El amor encarnado, o el poder instintivo sublimado de la naturaleza humana, es el principio básico de la existencia humana. Dirige a la persona individual hacia otros seres humanos, a través de la auto-renuncia de la no-transferibilidad de su propio ser humano.

   Wojtyla continúa: "El valor de una persona permanece, como dije antes, en la relación más cercana de la existencia de la persona. Debido a su naturaleza, o por su propia grandeza, una persona es dueña de sí misma (sui iuris), y no puede transferirse o ser sustituida por otro individuo, cualesquiera sean las demandas del ejercicio del libre albedrío o de la libertad personal (alteris incommunicabilis). El amor, por así decirlo, separa a la persona de esa 'intocabilidad' e 'intransferibilidad' natural... Es, si se quiere, la ley de éxtasis – un alejamiento de uno mismo, con el fin de compartir la existencia con otra persona". [4]

   El amor, entendido como una actitud "orientada hacia otra persona", eleva la subjetividad del hombre hacia un nexo intersubjetivo: "El amor siempre sigue siendo un hecho subjetivo e inter-subjetivo, es decir, posee una subjetividad propia de sí mismo." [5] Dado que este nexo inter-subjetivo está basado en una relación de persona a persona, debe respetar la ley de la naturaleza como establecida por Dios.

   Distinguiendo entre el orden natural y el orden de la naturaleza, Wojtyla escribe: "... el orden natural no puede ser identificado con el orden de la naturaleza, ya que es, ante todo, el orden de la existencia y del llegar a ser." [6] En otras palabras, el hombre que vive en el mundo, debe "respetar y custodiar las leyes de la naturaleza", pero, como ser dotado de una imagen divina, el hombre debe reconocer en sí mismo "el valor de una persona creada", convirtiéndose así en el "particeps Creatoris" en sus pensamientos y en sus acciones. [7]

B. Personalismo auténtico

   En atención a tal entendimiento de la realidad humana, se puede decir que la principal preocupación de Karol Wojtyla es "reconocer la autenticidad de los valores personalistas" dirigidos hacia la existencia objetiva del hombre. Siguiendo la expresión de Aquino esse pertinet ad ipsam constitutionem personae ("el existir pertenece a la misma constitución de la persona") [8] el autor investiga, sobre todo, el valor personalista en la dimensión metafísica del ser humano concebido como persona.

   En uno de sus primeros estudios, 'Sobre la Fundación Metafísica y Fenomenológica de las Normas Morales', el eticista de Lublin escribe:

   "La razón, que está directamente relacionada con la voluntad, debe buscar también la verdad en todo lo que la voluntad se esfuerza en cada una de sus acciones. La acción, sin embargo, es un acto segundo de la existencia (secundus actus) – operari sequitur esse (la acción sigue al ser existente). De esta manera, toda la existencia del hombre – toda su existentia – se actualiza en las presencia de la verdad. Y esta inevitable y necesaria participación de la verdad en la acción y en la existencia del hombre (como procedente de la naturaleza misma del hombre), constituye la esencia misma de la norma moral, que Santo Tomás concibe existencialmente, no formalmente, tanto como también entiende existencialmente la bondad misma." [9]

   Quince años después, Wojtyla escribe: "En vista de las muchas tendencias anti-personalistas que aparecen en la vida contemporánea, así como de los conceptos de bien común contrarios al verdadero bien de la persona, el autor considera que es muy importante subrayar este aspecto. Es un aspecto que debemos tener en cuenta si queremos evitar una sobre-simplificación de la problemática de las relaciones interpersonales. Parece que Osoba i Czyn saca a la luz acertadamente, aunque en términos concisos, la complejidad que surge en esta problemática, debido al hecho de que las relaciones entre las personas no sólo son de carácter directo, sino también tiene lugar a través de las diversas interacciones de la vida social. Es importante que en todo esto, la realización de valores personalistas auténticos del hombre sea asegurada". [10]

C. Importancia de la Metafísica

   En su visión personalista del hombre, Wojtyla evalúa la existencia humana como ser sustancial y como entidad dotada de un tipo específico de conciencia. Aunque reconoce el valor de una descripción fenomenológica de la persona basada en la experiencia humana, critica a Scheler por carecer de una dimensión metafísica adecuada en su personalismo, especialmente en el área de las normas éticas. [11] Desde el punto de vista metafísico, Karol Wojtyla sostiene que una persona humana debe ser considerada como un ser sustancial, porque solamente como tal la persona puede ser el sujeto causante de sus actos y la causa eficiente de todos los valores humanos. Por lo tanto, la propia naturaleza de la persona humana y todos sus valores están dirigidos hacia su existencia objetiva. La filosofía fenomenológica de Wojtyla – como es llamada a menudo – es, de hecho, un personalismo existencial.

   Sin embargo, en su análisis filosófico de la existencia humana, enfatiza las dimensiones metafísicas de ser hombre. En su filosofía antropológica, da la prioridad a la perspectiva ontológica del hombre como una "entidad auto-contenida" por encima y en contra de la descripción fenomenológica de la naturaleza humana en términos de "yo-auto-consciente". Dando prioridad a la visualización de "hombre-persona" como una entidad sustancial en lugar de un simple "yo-consciente de sí-mismo", Wojtyla afirma categóricamente: "La conciencia, como tal, no existe como sujeto «sustancial» de los actos conscientes, ni como un «suppositum» separado, ni como una facultad". [12]

   Desde el punto de vista metafísico, Wojtyla sostiene que el hombre, concebido como una persona, deber ser considerado como un ser sustancial, porque sólo como tal puede una persona ser un "yo-auto-independiente" y un "yo-auto-determinado". Refiriéndose al adagio latino "persona est alteri incommunicabilis" (la otra persona es incomunicable), afirma que, ontológicamente, el hombre es "intransferible".

   En su libro, "Amor y Responsabilidad", argumenta, "Lo que quiero decir, no es que una persona es siempre un ser único e irrepetible, ya que esto se puede decir de un ser cualquiera: de un animal, de una planta o de una piedra. La no-transferibilidad de la persona está claramente relacionada con su estructura interna, con su autodeterminación, con su libre voluntad. Nadie puede desear en mi lugar. Nadie puede sustituir su acto de voluntad por el mío. A menudo ocurre que alguien quiere que yo quiera lo que él quiere. Es entonces, cuando esta línea no-transferibles entre él y yo, constituida por la libre voluntad, se hace especialmente evidente. No puedo querer lo que él quiere que yo quiera – y en este sentido, yo soy no-transferible. Yo soy, y debo ser auto-responsable de mis actos. Este hecho es la base de toda la vida en común: toda la verdad acerca de la educación y de la cultura puede ser reducida, de hecho, a esta regla". [13]

   En la definición de "hombre-persona" como un ser sustancial, Wojtyla, sin embargo, se aleja de la vieja comprensión metafísica de la sustancia como un mero objeto que sostiene accidentes. "El hombre-persona", como ser sustancial, se entiende aquí como un sujeto dinámico, constituido de actos humanos, a través de los cuales un hombre individual manifiesta su propio yo interno, convirtiéndose así en "el factor-raíz de su acción humana que involucra la interacción específica del sistema personal" de cualquier hombre individual. [14]

   Reconociendo la contribución de la filosofía fenomenológica para llegar al concepto de «acto humano» como el principio dinámico de la formación de «hombre-persona», el filósofo Lublin dice:

   "En todo lo que el hombre hace en su acto, en lo que afecta o produce, siempre simultáneamente se 'produce' a sí mismo, si así se puede decir — se expresa a sí mismo, se forma a sí mismo y, de alguna manera, se crea a sí mismo. En su acto, el hombre se actualiza a sí mismo, es decir, se da cuenta que está llegando a completarse a sí mismo (actus), naturalmente sólo de una manera particular. En su acto, el hombre se da cuenta de lo que él realmente es y de lo que puede ser. Este es el significado de la definición del acto humano en la categoría de actus, actus humanus, basado en la experiencia y en el análisis fenomenológico". [15]

   En vista de este texto, Wojtyla identifica al hombre con sus actos, y lo considera en su sustancialidad como una "persona-acto". La identidad de la persona con sus actos humanos muestra el carácter dinámico de un hombre individual a través del cual "se revela y expone a sí mismo" y, de esta manera, "el acto en sí es entendido no sólo como «actus humanus», sino también como «actus personae»". [16] Sin embargo, esta interpretación dinámica del «hombre-persona» como un ser substancial y como una subjetividad verdadera no consiste solamente en actos humanos, sino que está constituida también de actos humanos, lo que requiere, por tanto, de un ser objetivo que le hace capaz de "experimentarse a sí mismo como sujeto", porque "el hombre experimenta su propio acto como una actividad causada por sí mismo como «ser-persona»". [17]

D. La subjetividad humana y el auto-conocimiento

   La pregunta, sin embargo, se plantea: ¿Cuál es la naturaleza de la subjetividad humana a través de la cual el hombre "se experimenta a sí mismo como sujeto"? ¿Dónde está el fundamento de la relación mutua entre la persona y sus actos? ¿Cómo se enraíza la conciencia humana en la subjetividad del hombre, concebido como una "persona-acto"? Por último, ¿de qué manera la persona humana es el sujeto causante de sus actos y la causa eficiente de toda experiencia humana?

   Wojtyla busca el fundamento último de la subjetividad del hombre y del elemento constitutivo óntico, que me hace una "persona-acto", en un tipo específico de conocimiento humano, a través del cual y en el cual puedo revelarme a 'mí mismo' como 'mí mismo'. Él llama a este tipo de conocimiento humano «auto-conocimiento». El auto-conocimiento, sin embargo, que hace de un hombre individual una persona, no consiste en actos puramente intencionales de la conciencia humana. No. El auto-conocimiento es una entidad real acerca de la cual yo os puedo decir que me constituye a «mí mismo» como mí mismo, y a través de la cual puedo estar en contacto con mi propio ser y con mis propias acciones.

   En el análisis de esta relación entre el «auto-conocimiento» y la conciencia humana, Wojtyla escribe:

   "No hay actos intencionales de la conciencia que pudieran objetivar este «yo» en cuanto se refiere a su existencia o sus actos. Esta función es realizada por el «auto-conocimiento». Es debido a estos actos que una persona objetivizada puede mantenerse en contacto con sí misma y con sus propias acciones. Es a través del «auto-conocimiento» que la conciencia refleja las acciones y sus relaciones con el propio «yo»". [18]

   Este «auto-conocimiento», que constituye a la naturaleza humana como una persona, consiste tanto en la inteligencia, como en la libertad creativa. Al concebir el «auto-conocimiento» "como una inteligencia creativa, el «hombre-persona» aparece ser un «yo auto-consciente»: yo parezco ser lo que soy por la forma en que estoy actuando, como un «ser auto-consciente»". Por otra parte, el aspecto libertad del «auto-conocimiento» del hombre, revela a una persona como un «yo-autodeterminado»: "yo me revelo a mí mismo como el que soy por lo que estoy haciendo como un «yo auto-determinado»". Consecuentemente, actuar, así como hacer, indica que yo, como persona, tengo una realidad a la vez objetiva y subjetiva en mí mismo.

   En 'Amor y Responsabilidad', el autor afirma: "Si aceptamos al sujeto como punto de partida, y especialmente a ese sujeto que es el hombre, entonces todo lo demás que queda fuera de él, es decir, todo el mundo de los objetos, puede ser tratado fácilmente de una manera subjetiva. Es tratado así en la medida en que ese mundo llega a la conciencia del sujeto, en la medida en que vive y se encuentra dentro de él. Por lo tanto, debemos ser conscientes del hecho de que cada sujeto es a la vez un ser objetivo y subjetivo, es decir, es 'algo' objetivo o 'alguien' subjetivo". [19]

   Debido a la objetividad de la subjetividad del hombre, los actos de conciencia humana, como tal, no son intencionales, sino reales. De hecho, la intencionalidad del acto humano de saber pertenece sólo al proceso de la cognición, y no al sujeto mismo que está conociendo. En este orden de ideas, Wojtyla escribe: "El acto de conciencia no posee un carácter intencional, aunque aquello que es el objeto de nuestro entendimiento exista también en nuestra conciencia a través de una imagen intelectual." [20]

   El «auto-conocimiento» es, por tanto, el fundamento óntico de la conciencia humana, convirtiéndola así en una realidad humana objetiva de la «persona-acto». Como principio óntico de la conciencia humana, el «auto-conocimiento» del hombre no sólo la precede, sino también es su fuente última de reflexión y su límite final.

   Resumiendo estas observaciones, el Arzobispo de Cracovia escribe:

   "Una persona como sujeto es también objeto; es un objeto para sí mismo como su sujeto, e incluso en una reflexión consciente, no pierde este sentido objetivo. El «auto-conocimiento», en este sentido, precede a la conciencia. La conciencia, aunque no se dirige intencionalmente hacia mi propio ser y sus actos, ofrece, sin embargo, una relación significativa hacia ellos. El «auto-conocimiento», al mismo tiempo, constituye un cierto límite de la conciencia — un límite que el proceso de subjetivación consciente no puede sobrepasar." [21]

   Así, el «auto-conocimiento», como lo más básico del hombre como «persona-acto», analizado en relación con su conciencia, consiste esencialmente en una reflexión. Pero como la reflexión puede apuntar ya sea al proceso o al acto mismo del sujeto, en su estructura Wojtyla distingue un doble aspecto de la conciencia humana, a saber, la reflectividad (actividad del intelecto) y reflexividad (acto de la persona misma).

   En la elaboración de la distinción entre la reflectividad y la reflexividad, el autor escribe:

   "La característica propia de la conciencia puede ser definida como basada en la reflexión. Este rasgo denota tanto sus actos particulares y la suma de estos actos o su resultante en el hombre, es decir, lo que constituye la conciencia real. La reflectividad de la conciencia significa su giro natural hacia el objeto como tal. La reflexividad, en cambio, supone la intencionalidad del acto de pensar, es decir, su giro hacia el sujeto.

   "El proceso de pensamiento se vuelve reflectivo cuando prestamos atención a un acto realizado con anterioridad a fin de captar su contenido subjetivo o, eventualmente, también, su carácter y estructura. Pensar en términos de reflectividad, es un factor importante en la comprensión de todo conocimiento, incluido el conocimiento de uno mismo, es decir, el auto-conocimiento. Permanece al servicio de la conciencia y del desarrollo del hombre, lo cual, a la luz de un punto de partida posterior de la propia deliberación, resulta suficientemente claro. Este proceso de pensar, sin embargo, no constituye la conciencia como tal. La conciencia está constituida por el giro intelectual hacia el objeto en sí mismo; la conciencia se basa en la reflexividad y no en la reflectividad". [22]

   El personalismo existencial de Karol Wojtyla considera al hombre como persona en el «auto-conocimiento», que consiste en una inteligencia creativa. El hombre, sin embargo, como un sujeto auto-cognitivo, está constituido por su acto y por lo tanto es igual a la "persona-acto" El momento ontológica de la subjetividad del hombre, entendida en términos de auto-conocimiento, es actualizado en la experiencia humana a través de la cual "yo me revelo a mí mismo por lo que soy y por lo que experimento". En otras palabras, la dimensión metafísica del hombre proporciona la base para la relación de causalidad de su propia subjetividad.

   La subjetividad del hombre, entonces, es un ser objetivo, pero entendido de una manera dinámica:

   "Este sujeto, como ser, se mantiene en la base de cada estructura dinámica de cada actividad o de cada acontecimiento, de cada causalidad o subjetivación Es un ser real. Es el hombre que existe realmente y, en consecuencia, actúa realmente. Entre existir y actuar hay un estrecho vínculo que constituye el tema de uno de los más básicos principios de la comprensión del hombre. El Filósofo lo expresó en la siguiente frase: «operari sequitur esse», que podríamos expresar quizá del siguiente modo: algo debe primero existir para que después pueda actuar. El 'esse' – existencia – se encuentra en el origen de la acción y se encuentra también en el origen de todo aquello que pueda suceder en el hombre; se encuentra en el inicio de cualquier dinamismo humano." [23]

   El eticista de Lublin se da cuenta, sin embargo, de que la persona como sujeto objetivo, no se forma por el solo esse. Y aclara su posición:

   "El 'esse' no es lo mismo que el 'suppositum', es sólo su aspecto esencial. La existencia, en la concepción de Santo Tomás, es el primer acto de cada ser, el primero y más básico acto de su dinamismo.. .. Una persona es un 'suppositum' pero lo es ciertamente diferente de todo lo que le rodea en el mundo visible. Esa diferencia, esa proporción o, más bien, esa desproporción que señalan los pronombres 'alguien' o "algo", penetra hasta la raíz misma del ser que es el sujeto." [24]

   La interpretación dinámica de Wojtyla de la subjetividad del hombre como "persona-acto" es formulada, básicamente, en la categoría metafísica de sustancia. En referencia a Aristóteles y Santo Tomás de Aquino, concluye: "En el análisis del dinamismo humano, estamos de nuevo descendiendo al nivel más bajo — ese nivel, se expresa con el término 'suppositum'. En sí, el 'suppositum' no denota una base estática, sino el primero y más básico nivel de dinamización de ese ser que es el sujeto personal. Es una dinamización a través de 'esse', a través de la existencia. Es aquello que, en último análisis, debemos relacionar con todo el devenir, con todo el 'fieri' que tiene lugar en el ámbito de un sujeto ya existente, es decir, en el hombre. De hecho, devenir significa "comienzo del existir.

   "La primera dinamización a través de la existencia – el 'esse' es, al mismo tiempo, el primer 'fieri "del ser humano – es comenzar a ser. Todos los demás dinamismos, a través del 'operari', no resultan en un comienzo de ser en sentido básico. Sin embargo, con cada dinamización, en el sujeto ya existente 'hombre', algo comienza a existir. En el caso de las categorías metafísicas, tal comienzo de ser es accidental en relación con la categoría principal, que constituye la sustancia. El hombre que ha llegado a ser sustancialmente, por ejemplo, a través de todos susPersonas, así como a través de todo lo que sucede dentro de sí mismo, se convierte al mismo tiempo en "algo" o en "alguien", a través de las formas de su propio dinamismo específico". [25]

   Recapitulando la antropología filosófica de Karol Wojtyla, podemos decir que se basa sólidamente en la metafísica clásica de la persona desarrollada por Santo Tomás de Aquino. El eticista de Cracovia y Lublin utiliza la terminología tomista en su plenitud, por ejemplo, actus-potentia, actus secundus, actus humanus et hominis, agere y pati, actus voluntarius, etc. Al asimilar la concepción clásica del hombre como persona, Wojtyla no se limita a la conocida definición de Boecio del hombre como un individuo de naturaleza racional, sino que, fundado en el principio operari sequitur esse, praxis sequitur theoriam – como se encuentra en la antropología filosófica de Aquino –, trata de enriquecer el aspecto unilateral de la racionalidad del hombre, incluyendo en la definición de la realidad humana toda la gama de las acciones humanas. En consecuencia, la antropología de Wojtyla está orientada a la persona en un sentido dinámico.

   No obstante su aceptación completa de la metafísica de la persona tal como fue desarrollada por Tomás de Aquino, el cardenal-arzobispo de Cracovia da más énfasis a la experiencia que al ''estado de ser'' en sí. Cabe señalar, sin embargo, que incluso el aspecto de la experiencia se entiende más en sentido metafísico que en el sentido estrictamente fenomenológico, que muestra el hombre-persona como una síntesis de una serie de puros eventos o acontecimientos accidentalmente relacionados. Esta actitud le permite comprender al hombre como una persona que revela y manifiesta su "ser" a través de sus actos. En otras palabras, al aceptar la doctrina de Santo Tomás sobre la composición del alma y el cuerpo del hombre – entendida en categorías metafísicas – Wojtyla es capaz de presentar la teoría clásica de la actualidad y potencialidad, en términos de auto-cognición, aplicada al hombre que es a la vez una inteligencia creativa y un agente libre.

Notas

1. Gabriel Marcel, Creative Fidelity, New York, Farrar, Strauss & Giroux, 1964 p. 65.
2. K. Wojtyla, ('Amor y Responsabilidad') Milosc i Odpowiedzialnosc, Krakow, Znak, 1962, p. 41.
3. Ibidem, p. 41
4. Ibidem, p. 114
5. Ibidem, p. 124
6. Ibidem, p. 219
7. Ibidem, p. 231
8. Sum. Th. III, 19, 1 ad.4
9. K. Wojtyla. 'Sobre el Fundamento Metafísico y Fenomenológico de la Norma Moral'. Roczlliki Teolopicsmo-Kanonicene, 6, (1960), p. 109
10. K. Wojtyla. Analecta Cracoviensia, 1973, doc. cit., p. 259.
11. K. Wojtyla. Cf. 'Evaluación de la posibilidad de construir la Etica Cristiana sobre la base del sistema de Max Scheler',
Lublin, Towarzystwo Naukowe, 1959, p. 34.
12. K. Wojtyla. Osoba i Czyn (Persona y Acción), Krakov, Polskie Towarzyswo Teologiczne, 1969, p, 37.
13. (Amor y Responsabilidad), op. cit. p. 14
14. K. Wojtyla. 'Act and Experience', Analecta Husserliana, 5 (1976), p. 270.
15. K. Wojtyla. 'Il problema del constituirsi…' doc. cit. pp. 520-521.
16. Osoba i Czyn, op, cit., p. 31.
17. Ibidem, pp. 56-57.
18. Ibidem, p. 39.
19. (Amor y Responsabilidad), op. cit. p. 11
20. Osoba i Czyn, op. cit., p. 37
21. Ibidem, p. 40.
22. Ibidem, p. 46.
23. Ibidem, p. 75.
24. Ibidem, pp. 76-77.
25. Ibidem, p. 101.


Transcripción parcial del capítulo II del libro
'A Christian Humanism: Karol Wojtyla's Existencial Personalism'.
Mariel Publications. USA. 1980. Traducido por Angel C. Correa